miércoles, 23 de febrero de 2011

Arte, arquitectura y su relación

El fin de la arquitectura es trascender la mera utilidad en belleza, por lo que toda la arquitectura es arte. Cuando estamos frente a una obra, sólo resta saber si "es" o no arquitectura.


ALEJANDRO VACA BONONATO.

Qué relación existe entre el arte y la arquitectura? ¿Es la arquitectura una obra de arte? ¿O, por el contrario, al estar sometida a la economía y a las leyes de la utilidad y el mercado la arquitectura ya dejó de ser un arte, si es que alguna vez lo fue?

Se agolpan las preguntas y es difícil una respuesta única. Louis Kahn, en un artículo publicado en The Voice of America de 1960, dijo algo esclarecedor: "Un pintor puede pintar las ruedas de un cañón cuadradas para expresar la inutilidad de la guerra. Un escultor también puede esculpir cuadradas las mismas ruedas. Pero un arquitecto debe usar ruedas circulares. Aunque la pintura y la escultura jueguen un papel espléndido en el campo de la arquitectura, no obedecen a la misma disciplina". Con esta afirmación categórica, Kahn habla de una especificidad propia de la arquitectura, diferente de la de la pintura o la escultura.

Aristóteles introduce el concepto de "entelequia", que luego tomará Kant para referirse a la obra de arte. La entelequia implica un fin intrínseco o la idea de una finalidad sin fin. Y entendiendo el tema —desde el concepto de obra de arte acuñada por la Modernidad— significa que no hay ninguna pieza de arte que se justifique por otra. Cada obra de arte "es", porque es una unidad, no es una perfección en tanto meta, sino aquella perfección que se refiere al advenimiento de una sola cosa, acabada y formada.

Cada pieza —así entendida— es otra esencia del arte, y es cada vez todo lo que es, es decir todo el arte en sí. La obra de arte moderna implica una puntualidad estética, acto que acabado en sí conforma otra historia distinta del ritmo de "la progresión" histórica. La obra de arte interrumpe la linealidad como proceso o como progreso. Y como luego afirmará Heidegger, resta únicamente saber si es arte o no lo es.

Viendo a la arquitectura —y por qué no también a su enseñanza dentro de esta perspectiva— hace rato que uno puede afirmar que la obra de arquitectura dejó de ser un fin en sí misma. Sus fines son otros y siempre están fuera de la obra. Y no importa que llamemos a estos fines con diferentes nombres, ya sea: utilidad (económica), historicidad, simple espectáculo o, como dice Venturi, "anuncio" de fines que están siempre más allá de lo específicamente arquitectónico.

Sin embargo, la arquitectura significativa ha sido, a lo largo de la historia, acto de sentido. Sentido entendido como presencia "única" y como tal manifestación genuina de la cultura de un lugar. Así, la arquitectura es cultura. Así, la arquitectura siempre se sustrajo a la idea del útil (que sería lo contrario de la entelequia). Y recuerdo que Kant también definió, en su Estética, a la belleza como el concepto "sin objeto" o "lo que place sin interés". Utilidad y belleza difieren en sus fines. El útil es útil "como medio para..." y lo bello es bello "como fin".

Trascender la mera utilidad en belleza es el fin de la arquitectura. Es un fin ético y también estético. La edificación que no se plantea esta disyuntiva, queda en eso, en mera edificación y no trasciende. Arte y arquitectura son una misma cosa si atendemos a su fin.

En esta tensión se plantea el problema, en esta tensión está la dificultad o la manifestación del talento y la creatividad y, parafraseando a Heidegger, sólo resta saber cada vez que nos enfrentamos a una obra, si "es" o no "es" arquitectura. Kahn lo decía de una forma más enigmática: "La arquitectura es sólo lo que se ofrece al Santuario del Arte".

A. Vaca Bononato es arquitecto y docente de la Fac. de Arquitectura y Urbanismo de la U. de Belgrano.

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